Agua para uso agrícola: Cómo ser eficiente en el campo


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El agua es la base de toda forma de vida y, por lo tanto, un elemento crucial para la agricultura. De hecho, según datos de Naciones Unidas de 2020, el agua para uso agrícola supone un 69% del consumo de agua dulce en el mundo. No hay agricultura sin agua y no hay alimentos sin agricultura; por lo tanto, el agua es un bien absolutamente necesario para nuestra supervivencia.

El principal problema del agua para uso agrícola es que se trata de un recurso escaso y vulnerable, algo que en los últimos años se está acentuando y potenciando debido a las consecuencias de la contaminación y el cambio climático, que afectan especialmente a la disponibilidad, calidad y cantidad de agua que necesitamos para vivir.

La situación, especialmente en algunas regiones del Planeta, entre las que se incluyen los países mediterráneos, más que preocupante, es crítica. Por eso, la ONU incluyó el “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos” entre sus Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.

En el sexto ODS, la ONU ya señala cuál es la principal herramienta para atacar el problema del agua: la sostenibilidad. Y para garantizar esa disponibilidad y gestión sostenible del agua, también del agua para uso agrícola, la clave está en la eficiencia, en ser capaces de hacer más con menos.

Valor del agua para uso agrícola

En un informe de 2020, de nuevo la ONU ponía el foco en la importancia de una correcta gestión de los recursos hidrográficos. El estudio “Agua y cambio climático” destacaba cómo el cambio climático está afectando y cambiando la sociedad principalmente a través del agua.

Efectos como la irregularidad en las precipitaciones, en periodicidad y cantidad, que provoca sequías e inundaciones, son devastadores para la sociedad en general y la agricultura en particular.

Según la ONU, la alteración del ciclo del agua pone en riesgo no solo poder disponer de agua para cubrir las necesidades humanas básicas, sino que también hace peligrar la producción de energía, la seguridad alimentaria, nuestra salud o el desarrollo económico y la erradicación de la pobreza. Desde la organización internacional, señalan que una de las respuestas al cambio climático pasa por una mejor gestión del agua.

A través de una gestión más eficiente del agua para uso agrícola, se consigue mitigar, prevenir y adaptarse a las consecuencias del cambio climático y, al mismo tiempo, se protege un recurso tan valioso como es el del agua. Es una doble victoria.

Esta posición se contrapone a un uso irracional del agua, como el consumo desmedido e injustificado o la contaminación del mar y los acuíferos. Para salvaguardar la disponibilidad de agua para uso agrícola, es necesaria una gestión racional que se asiente en la tecnología y el conocimiento.

Uso eficiente del agua en el campo

Está demostrado que una gestión eficiente del agua para uso agrícola no solo permite utilizar menos agua, sino que además protege su calidad, lo que repercute en la calidad de los suelos y aquello que producen.

La tecnificación (aplicación de tecnología y conocimiento) de los sistemas de riego está ayudando mucho a conseguir esa eficiencia que permite producir más con menos recursos. Las nuevas tecnologías y la digitalización nos ofrecen oportunidades de monitorización y telecontrol. Por un lado, tenemos más información y podremos adecuar mejor cuándo y cómo regamos los campos, así como reaccionar y resolver antes posibles deficiencias, necesidades o problemas; por otro, podremos hacerlo de manera controlada y efectiva, solo en el espacio y momento en que sea necesario.

Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el número de hectáreas irrigadas creció en España 3.3 a 3.8 millones entre 2000 y 2019. Sin embargo, durante ese tiempo se han modernizado los sistemas de riego, inclinándose por el uso de sistemas más eficientes. El riego por superficie se redujo del 59 al 23.6% y el de aspersión de un 24 a un 23%; en cambio, aumentó el riego localizado (por goteo) de un 17 a un 53%, lo que ha supuesto un ahorro medio del 15% en el consumo de agua por hectárea y, además, ha aumentado la producción.

Un ejemplo que ilustra la importancia de ser eficientes con el agua para uso agrícola: después de observar cómo afecta la tecnificación del riego en cultivos de Lleida, se observó que la huella hidrográfica de una manzana de unos 200 gr. -es decir, el volumen de agua necesaria para producir esa manzana- se podía reducir de los 69 litros necesarios en el riego por inundación o los 63 l. del riego por goteo hasta los 31 l. del riego inteligente, aquel que permite manejar los sistemas de riego localizado de la manera más adecuada y eficiente posible.

Pero, para ahorrar en el uso de agua en la agricultura, no nos podemos centrar solamente en la modernización y buenas prácticas de riego. Las soluciones para crecer en eficiencia en el campo, es decir, en una mayor productividad que sea sostenible, son de carácter integral. Por ese motivo, con el cuidado de los suelos no solo mejoramos los cultivos, sino que también preparamos la tierra para que filtre el agua de uso agrícola adecuadamente y no se utilice más de la que realmente se necesita.