Gestión del agua en cultivos, el futuro de la agricultura de regadío


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Gestión del agua en cultivos, el futuro de la agricultura de regadío

La agricultura de regadío es uno de los grandes valores del campo español. Con 3’8 millones de hectáreas, solamente supone un 23% de la superficie total de cultivo. Sin embargo, según datos del MAPA (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), el regadío genera el 65% del valor de la producción vegetal de España.

España es el país de Europa que más superficie dedica a la agricultura de regadío, la cual dota de valor añadido al sector primario nacional. Gracias a la producción agrícola del regadío, no sólo se cubren las necesidades alimentarias de la población nacional y los visitantes, sino que también permite una partida exportadora de más de 68.500 millones de euros al año. Con el regadío es posible multiplicar por seis la productividad agrícola, generar el triple de empleo e incrementar la renta de los agricultores hasta cuatro veces respecto a otras modalidades.

Para mantener el valor de la agricultura de regadío y garantizar su desarrollo futuro, el principal reto al que se enfrenta el sector es sin duda la gestión del agua, en la que intervienen múltiples factores, tanto internos (prácticas agrícolas, políticas de actuación, etc.) como externos (sequía, situación socioeconómica, cambio climático, etc.).

Es un reto complicado en el que se necesita encontrar un equilibrio entre los distintos intereses y posiciones de todos los agentes implicados (agricultores, gobiernos, ciudadanos). Pero, si hay algo en lo que todos parecen estar de acuerdo, es en que garantizar el futuro de la agricultura de regadío pasa por una gestión del agua más eficiente y sostenible.

La gestión del agua, el gran reto para la agricultura de regadío

En España, el riego -que es el sustento de la agricultura de regadío- es el principal usuario del agua del país. Al tratarse de un país mayoritariamente semiárido, por defecto, la eficiencia en la gestión del agua para uso agrícola es absolutamente necesaria y fundamental. Pero, además, en los últimos tiempos, han aparecido una serie de dificultades que hacen todavía más urgente esta necesidad de la eficiencia en el uso de los recursos hídricos. Entre ellas, destaca una apremiante sequía que es, en cierto modo, una de las consecuencias negativas del cambio climático.

Para la agricultura española, el uso del agua es la principal herramienta para dar estabilidad a la producción, obtener cosechas de alto valor económico y adaptar los modelos productivos a las amenazas climáticas. Por eso, teniendo en cuenta que la agricultura de regadío representa casi el 80% de ese uso y que se prevén fuertes reducciones en los recursos debido al cambio climático, resulta ineludible un análisis profundo del sector y el planteamiento de soluciones para aumentar la eficiencia.

Esta necesidad de una gestión eficiente se da en un contexto complejo, en el que hay que armonizar intereses muchas veces contrarios entre, por ejemplo, usuarios, regiones o ámbitos de gestión; lo cual desemboca, en ocasiones, en conflictos en los que es difícil encontrar una solución que satisfaga a todas las partes.

El futuro del regadío

Como apuntábamos al principio, si hay algo claro sobre el futuro de la agricultura de regadío es que es necesario que sea más sostenible y eficiente, para aprovechar mejor unos recursos que ya son escasos y, si no se revierte la situación, es muy probable que lo sean todavía más. Ese objetivo ha de ser compatible con un escenario de cambio climático y con la mejora del estado ecológico de las masas de agua, de manera que se garantice tanto la seguridad alimentaria como la supervivencia de los ecosistemas.

Para las instituciones europeas y el gobierno de España, las soluciones para un riego más eficiente que aproveche mejor y malgaste menos pasan por la innovación en la gestión del regadío y su modernización. Desde esa perspectiva, el MAPA aprobó en enero de este año la “Planificación (2021-27)”, que supone la revisión de los planes hidrológicos de distintas demarcaciones hidrográficas; además, se ha puesto en marcha un “Plan de Modernización y Transformación de Regadíos” que pretende modernizar más de 200.000 hectáreas de regadíos y actualizar las tecnologías de otras 500.000 que ya contaban con sistemas de riego modernos.

Estas revisiones y nuevos planes, junto a los imprevistos climáticos y sociopolíticos que se pueden dar, dibujan una situación de incertidumbre para la agricultura de regadío en el país.

Ante este escenario, el año pasado, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE) decidió dedicar una de las ponencias de su Congreso Nacional al futuro del regadío. En ella, el profesor de la Universidad de Córdoba José A. Gómez-Limón expuso las conclusiones de su estudio sobre el futuro del regadío español. En él, se realiza un análisis sobre las fortalezas y debilidades del sector tanto a nivel interno como externo; se señalan las oportunidades (aumento de la demanda de alimentos, transformación digital en el regadío o innovación tecnológica en la depuración y desalación, entre otros) y amenazas (cambio climático, más competencia por el agua, encarecimiento de los factores de producción…) que surgen a partir de ese análisis; y se proponen diversas estrategias para que la agricultura de regadío siga en las mejores condiciones posibles.

En ese plan de acción, se incide en la apuesta por la sostenibilidad del sector, además de apuntar otras acciones como la introducción de tecnologías digitales, una mejor comunicación con la sociedad, el uso de fuentes de agua no convencionales o la integración con otros agentes de la cadena de valor agroalimentaria para crear sinergias que favorezcan a todos.