Algunas de las prácticas derivadas de la industrialización de la agricultura han demostrado ser presentar una serie de beneficios relativos para el medioambiente, pero, además, a la larga, también se ha visto que no son convenientes para la propia subsistencia del sector. Por ese motivo, desde hace unos años, el trabajo en el campo tiende a desarrollarse en torno al concepto de agricultura sostenible.
Cada vez es más frecuente escuchar hablar de metodologías como la permacultura, que básicamente consiste en trabajar con la naturaleza en lugar de contra ella. Y los productos para trabajar el campo son ya mayoritariamente ecológicos y/o respetuosos con el medioambiente; es importante que así sea especialmente con los productos fitosanitarios y de bionutrición, ya que el cuidado y buen mantenimiento del suelo es clave para lograr ser sostenible en el campo.
Sin embargo, el trabajo en el campo sostenible no lo es solo en el ámbito medioambiental, sino también a nivel económico y social. El objetivo de la agricultura sostenible es construir un sistema que perdure en el tiempo. Para ello, es necesario hacer una buena gestión de los recursos naturales y conservar los ecosistemas en los que se incorporan los cultivos. También es igual de importante que esta actividad contribuya a la creación de una economía robusta y beneficie a la comunidad. Un sistema sostenible sólo lo será realmente si es rentable y genera bienestar a las personas que forman parte de él, tanto para su modo de vida como para su salud.
Al contrario de lo que algunos prejuicios indican, la sostenibilidad y la rentabilidad son perfectamente compatibles. Son varios los estudios que apuntan a que un modelo de agricultura sostenible puede resultar igual de rentable o más que el modelo industrial. Esto es así porque la base de la sostenibilidad en el campo es intentar producir más sin dañar al entorno, y para ello se deben explorar soluciones que sean eficientes, que consigan hacer más con menos.
Prácticas que fomentan la sostenibilidad del trabajo en el campo
Para lograr que el trabajo en el campo sea sostenible, es importante la colaboración. Se puede ser más productivo y obtener beneficios económicos sin dañar el medioambiente, y esto es posible gracias a la investigación, a la ciencia.
Un buen asesoramiento, es decir, contar con el máximo de información posible para poder tomar mejores decisiones, debería incorporarse al trabajo en el campo como un elemento más. La mejora constante es más fácil de alcanzar si todos los agentes que forman parte del sector aportan y colaboran entre sí.
Existen diversas prácticas que se pueden incorporar al trabajo en el campo para hacerlo más sostenible. Estos son algunos ejemplos:
Enriquecimiento del suelo
Una parte importante de las emisiones de CO₂ y otros efectos nocivos para el medioambiente derivados de la agricultura está provocada por el abuso o mal uso de los fertilizantes. Pero, para aumentar la productividad de los cultivos, es necesario contar con un suelo sano y libre de plagas, por lo que los fitosanitarios son necesarios. En la agricultura sostenible, se recomienda reducir la labranza, ya que prepara los terrenos para el cultivo, pero también los puede dañar; por eso, es necesario nutrir el campo de componentes que cuiden la tierra.
Un modelo sostenible aboga por el cuidado de los suelos cultivados, en vez de cultivar más superficie. El aumento de la productividad se basa en producir mejor.
Diversidad
Trabajar en el campo de manera sostenible supone hacerlo en sintonía con los ecosistemas, que son diversos y complejos. Por lo tanto, la agricultura sostenible promueve la diversidad en los cultivos, y también aboga por el cuidado de los suelos cuando no están siendo cultivados y de las zonas no cultivadas de los terrenos, ya que estas también contribuyen a su cuidado y buena salud.
Para lograr esa sintonía con el medioambiente, se habla de la rotación de los cultivos, de combinar agricultura y ganadería o de plantar árboles u otras plantas por las zonas cultivadas; todo con el fin de que el trabajo en el campo sea similar al funcionamiento de la propia naturaleza.
Por todo ello, serán necesarias soluciones que se adapten a cada circunstancia. Soluciones que estén personalizadas según las necesidades concretas y la complejidad de cada tipo de cultivo y terreno.
Información y formación
La tecnología nos da la oportunidad de saber más sobre los cultivos y cómo cuidarlos.una información que se puede utilizar para realizar una mejor gestión. Cuanta más razonado sea el trabajo en el campo, más eficiente será.
La investigación también nos permite desarrollar soluciones innovadoras que den respuesta a las demandas del campo y de quienes lo trabajan. En el caso de los fitosanitarios, por ejemplo, el desarrollo tecnológico no solo permite ofrecer mejores productos. Además de permitirnos saber cuándo, dónde y cómo utilizarlos de la manera más adecuada. De esta forma, entre otros beneficios, nos ahorrará tiempo y dinero. Al ayudar a los productores a hacer lo correcto en el lugar y momento adecuados, se está impulsando un trabajo en el campo más eficiente y sostenible.